Islandia tomada
(reseña de "Las mascotas", de Bragi Ólafsson)


Hay un cuento increíble de Haroldo Conti en el que un niño se trepa al techo de chapa de su casa y se queda ahí, observando por un agujero, viendo a su familia con otros ojos, otra perspectiva, casi como si fuera un ángel o un fantasma o un muerto. También hay una famosa obra de Sartre y ésa de Beckett en la que dos hombres esperan que llegue Godot. Está la canción de Radiohead “Cómo desaparecer completamente” y además está el famoso sentimiento compartido en el que nos imaginamos presentes en una reunión sin que nadie nos pueda ver.
Todo esto recorre “Las mascotas”, del islandés Bragi Ólafsson, una novela en la que un tal Emil, que acaba de ganar la lotería, ve cómo un ex compañero levemente psicótico (y a quien no quiere recibir) se le mete por la ventana y le invade la casa. Para evitarlo, a Emil no se le ocurre mejor cosa que meterse debajo de la cama y esperar. Empiezan a llegar viejos amigos del protagonista, un conocido reciente, aparece incluso una mujer que Emil había seducido hace un rato y todos se ponen a beber mientras se preguntan dónde demonios puede haberse metido el dueño de casa.
La novela, dividida en tres capítulos, comienza como una obra de suspenso y termina convirtiéndose en una novela de enredos, cómica, convencional y a la vez absurda. El narrador nos cuenta lo que ve y escucha mientras sigue metido debajo de la cama: la sensación de desprecio (por la invasión) se mezcla con la vergüenza de estar escondido y con el estupor de no saber cuándo salir. El tiempo pasa y las páginas pasan y es difícil no compartir la impresión de que nosotros también estamos debajo de la cama: ¿qué hacemos ahí? ¿Qué estamos esperando?
Puede que la novela sea una metáfora de las relaciones sociales; puede que sea una metáfora del éxito, la riqueza o la fama (vienen a buscarnos cuando pueden sacarnos algo); puede que sea una alegoría sobre las consecuencias de la globalización en Islandia, o sobre la industria de los alquileres y la vivienda.
Con un final predecible y apagado, “Las mascotas” de Ólafsson nos somete a la contemplación del modo en que nos la pasamos mirando el tiempo, viendo como nuestro hogar se llena de gente que espera algo de nosotros y de pronto ya no estamos ahí. 


(publicado en La Voz del Int., octubre de 2012)